#09: Venganza.

Escucho como mi puerta chirría suavemente y como alguien se hace paso junto al crujir de la madera.
Me agarro fuertemente a la camiseta rota que había guardado bajo mi almohada como si fuese un salvavidas, sin respirar e intentando camuflarme bajo mis sabanas con la irónica esperanza de que no sepa que estoy aquí escondida.
El miedo nubla mis sentidos, me espera una paliza, puedo escuchar el ruido de un objeto áspero deslizándose por el suelo y chocando contra la pared más cercana a mi cama sin emitir apenas sonido, supongo que será un libro, pero consigue que me sobresalte.
Podría abrir los ojos y conseguir ver la figura a contraluz por la tenue luz que entra del pasillo y esperar consciente el castigo, pero el terror se ha apoderado de mi de tal manera que no tengo control ni de mis actos.
Treinta segundos después de haberse hecho paso con suma facilidad por el laberinto de libros que he tirado, puedo escuchar su respiración, pausada, tranquila, relajada, no es para nada la respiración exhausta de un padre con ansias de arrinconar a su hija para maltratarla. Aún insegura, cruzando los dedos sin dejar de soltar la camiseta y con toda la esperanza puesta en que la silueta del infiltrado sea de mi madre abro despacio los ojos, pero no me encuentro con la mujer de rizos rubios que me sigue dando un beso en la frente para desearme las buenas noches, sino con mi prima, palpando con una mano los pomos de mi cama a tientas y con la otra escondiendo algo que me da bastante mala espina.
Me reincorporo y enciendo la luz de mi lampara de mesa, y allí está, con su vestido blanco por las rodillas, su piel tostada, sus ojos verdes y su nariz respingona. La belleza de la familia.
Le miro desafiante, buscando una respuesta a su incursión por mi habitación, si yo hubiese hecho eso en su casa me habría sacado a patadas de ella. Soy demasiado buena.
-Vengo a darte las buenas noches. - Dice inocente mientras yo me río de ella.
-¿Y qué más? - pregunto exagerando mi risa para que suene lo suficiente burlona.
-Toma. - Dice desvelando el secreto que guardaba detrás de su espalda y ofreciéndome varios trozos de pan.
Los alcanzo y los observo con detenimiento mientras ella me escruta y se sienta en mi cama con una confianza impertinente.
-¿Los has escupido? - le lanzo una mirada de repugnancia dándolo por hecho.
Ella deja escapar una tímida carcajada.
-Hubiese sido buena idea, podría haberlo hecho, me lo apuntaré para la próxima. - contesta con un tono burlón que hace que me den ganas de tirarme a su yugular.
-¿Qué pretendes Adele?
-Solo quería ayudar a mi primita...
-¿Qué vienes a rogarme que no te vuelva a dejar en evidencia, bonita?
-Vengo a que repongas fuerzas, las necesitarás para mañana. - contesta cortante.
-¿Qué pasa mañana? - Digo esperándome lo peor respecto a mi padre.
-Nada, tan solo que necesitarás nutrientes, vitaminas y estas cosas para tu primera cita.
-¿De qué hablas?
-Hablo de Shur.
-¿Qué sabes de él? - Pregunto sin dejar paso a las emociones que me produce tan solo escuchar su nombre.
-Que es un cartero judío del barrio Este. Ah, y que mis amigos son los que le han dado la paliza. - Dice guiñándome un ojo. - ¿Recuerdas a ese chico de flequillo rubio?
-Sí, al que le he dejado por los suelos, al igual que a ti. - Contesto con rabia gruñendo entre dientes.
-¿Dejar por los suelos? Espera que me ría - imita una carcajada insonora- Lo único que has hecho es tirarle una piedra, muy valiente por tu parte. - Dice remarcando el valiente con su voz aguda insoportable.- Pero a lo que iba, vuelves a tocar a ese chico y te dejaré la cara al igual que a tu querido judío.
-¿Qué tiene que ver ese nenaza contigo?
-Es mi novio, y los demás mis amigos, así que yo que tú no buscaría problemas con ellos. Ya sabes, tengo mucha imaginación, por lo que podría inventarme algo y destrozar tu vida en un chasquido. -dice chasqueando los dedos intentando asustarme - ¿Qué haría tu padre si se enterase de qué tienes algo con Shur? ¿Quieres que probemos?
-No, si imaginación tienes que tener para ver algo en ese monstruo. - contesto ignorando completamente su amenaza.
Ella se da por vencida al acabar la advertencia, y me regala una sonrisa falsa y unas palmaditas en la pierna.
-Gracias por el pan. -Digo guiñándole un ojo de manera sarcástica, mientras observo como se aleja por la puerta.