5 de Enero / #00: Hugo.

Tal vez las calles de Madrid nunca estén desiertas, y quizá nunca es demasiado tarde para nada, puede que cuando uno llega a cierta edad las horas pesan y parece que la experiencia te condena a no vivir nuevas aventuras, pero al menos él se niega a dejar morir las suyas.
Por eso cada madrugada, cuando los coches transitan  la gran vía dejando estelas de luces rojas y cuando las farolas ahuyentan la oscuridad, los trasnochadores más curiosos pueden ver la luz de una habitación encendida entre la oscuridad de las demás ventanas.
Y no es el destello de luz de ese cuarto piso el que más llama la atención, sino el hombre al que los daños parecen pesarle más que los años, y que deja la mirada perdida mientras juega pasando de mano en mano un lapicero de carbón.
Muchos son los que le ven pero muy pocos son los curiosos que se preguntan un porqué.
Y es que, qué hará que un anciano como él se mantenga despierto más tarde de las tres.
La mayoría diría que añorar o matar el tiempo muerto causado por el insomnio, pero nadie repararía en el  lápiz que se desliza entre sus dedos, y pocos comprenderían con agrado el proyecto que realiza, ya que para todos el anciano sigue siendo un viejo melancólico que se pierde entre recuerdos.
Pero ahí está el gran error, ya que por muchas arrugas que surquen su rostro, por muchas venas hinchadas que tenga en sus manos y por muy canoso que sea su pelo este hombre no se pierde entre recuerdos, los revive para nosotros y su alma es más joven que cualquiera que en esta misma noche  se esté regodeando entre litros del alcohol.
Pero a nadie le preocupa, por lo que nadie lo sabe, sin embargo si cada noche se levanta tras el crujido del colchón es para encontrar tranquilidad en la Madrid nocturna y comenzar a revivir su historia, su aventura, su vida, aquella que guarda en un diario de hojas raídas que esconde bajo su almohada.
Por eso tal vez las calles de Madrid nunca estén desiertas aunque para Hugo siempre están llenas de gente vacía, y quizá nunca es demasiado tarde para nada, por eso, a pesar de que el tiempo corre en su contra ha decidido internarse en la última aventura de su vida, reescribir su historia. 

*    *    *

La brisa invernal recorría las calles de Madrid provocando, entre otras cosas, que las chicas se quejasen del frío en las piernas, "Ay... Si no llevasen las faldas tan cortas" se decía siempre Hugo cuando éstas eran levantadas por el viento que transitaba la Gran Vía, "¿verdad Apolo? Estas mujeres de hoy en día no saben vestir con elegancia... No como ella..." Después exhalaba un suspiro y dejaba el lápiz del que tanto le costaba desprenderse en el alféizar, para coger al gato de Angora que ronroneaba mientras enrollaba la cola en sus tobillos y se frotaba contra sus piernas.

Después ambos se quedaban en absoluto silencio vigilando si los coches se saltaban o no los semáforos de los pasos de cebra, y observando a los jóvenes caminar hacia una discoteca situada a unas cuantas manzanas.

Apolo era el primero en cansarse del entretenimiento y se escurría entre los brazos de su amo saltando ágilmente y cayendo al suelo, nada más sentir la ausencia de la sedosidad del pelo del gato en su piel Hugo se despertaba de un leve sueño y volvía a coger el lápiz gastado. 

Después cerraba la ventana y caminaba con pasos inestables por el pasillo, se fijaba en su reloj de muñeca que normalmente marcaba las cuatro menos cuarto de la mañana y se paraba en un espejo de pared, se alborotaba el pelo canoso, y buscaba el brillo que de joven tenía en sus ojos oscuros pero que desde hace varios años ya no encontraba, se agachaba para remangarse los calcetines que se encontraban por la altura de los tobillos y achacaba su dolor de rodillas a la artrosis que los médicos determinaron que tenía. 

Luego buscaba a Apolo que jugaba con su propia sombra en el pasillo y se reía de su inocencia, le encantaba ese gato, le recordaba que no estaba solo y como le gustaba decir, se recordaba a sí mismo en sus tiempos mozos, independiente, inteligente pero con ese toque de ingenuidad, ágil, y joven.

Aún con la sonrisa en sus labios caminaba hacia la cama y cogía el cuaderno de tapas duras que guardaba debajo de la almohada con delicadeza para que no se le cayese ninguna hoja suelta amarillenta por el tiempo, ya que sería mayor el esfuerzo de agacharse a recogerla que el de encontrar su sitio de nuevo.

Una vez abrazado al cuaderno y con el lápiz en la oreja, volvía a recorrer el pasillo y se sentaba en una silla  del salón que crujía bajo su peso, apoyaba todo en la mesilla a juego, de donde sacaba de un cajón otro cuaderno, y se sumergía unos minutos más en el paisaje urbano y nocturno. 

Es poco lo que uno necesita para sentirse algo más acorde con el mundo, Hugo solo necesitaba sentir el frío nocturno golpeando sus mejillas, él bromeaba diciendo que no había mejor tratamiento para las arrugas, e internándose en la Madrid adolescente, como él la llamaba, ya que para él todos lo eran aunque pasaran de los veinte, "niños con ganas de experimentar tantas veces como hagan falta lo que piensan que lleva a la gloria, no tienen ni idea..." cuchicheaba, "aunque ya me ves a mí Apolo, parece que solo vivo para mi musa."

Si mucha gente conociese a Hugo la mitad se cuestionaría su salud mental, pero ninguno se atrevería a preguntar, por lo que nadie sabría que la musa de Hugo es la noche, y que nada le apacigua más que escribir de madrugada, pero claro, Hugo tan solo era un anciano más al que justificar y mirar con compasión, otro abuelito de esos que se ganan su público infantil en el parque contando cuentos de princesas que un día conoció y de dragones que mató.

Pero él no hubiese contado esa clase de cuentos, él hubiese contado su experiencia, una aventura tan emocionante como verídica, una novela que leer antes de dormir porque incentiva a soñar.
Una historia de amor para perder el miedo cuando la noche acecha y te desvela.

*      *      *    

Huooola.

Pue' nah que ya estoy de vuelta, antes de nada ¡feliz año nuevo a to's! y ahora ¡feliz noche de Reyes! Me gustaría que dieseis un poquillo de vida a esto mañana (o cuando sea) contándome que tal vuestras Navidades, los regalos, las reuniones familiares, lo típico, que espero que genial, pero yo que sé para saber un poquillo de vosotros.

Como podéis ver, historia nueva, jé.

Pero eso no significa que deje la de Minna y Shur, nanai, esa está estancada y la dejo para mí, dudo que os importe la verdad, porque muy pocos la leíais pero a los que sí lo hacían decirles que ya lo siento, pero ¿qué puedo hacer?, me apetece escribir y con esa no puedo... Aunque al menos se me ha ocurrido esta nueva idea. 

Me ha costado tela hacer el primer capítulo y no estoy del todo contenta, sobre todo con el final, pero bueno... A estas horas y después de las seis horas de viaje que me acabo de pegar, ya no puedo hacer más.

Aclaro que la primera parte es la introducción y lo segundo es el capítulo que resume la vida de Hugo, pero pronto se pondrá a escribir y vendrá lo interesante. 

He hecho el esfuerzo de escribir las dos partes a la vez para que podáis leer algo más de treinta líneas, así que espero que os guste aunque algunos (menos Greeny y supuestamente Marta) no sepáis aún de que va la idea, así que no os voy a pedir opiniones hasta que meta cizaña.

Espero poder escribir más de lo que estoy haciendo últimamente, que yo de verdad no sé que me pasa, pero me cuesta horrores escribir y eso que ideas tengo bastantes... En fin, crisis navideña.

Disfrutad mucho de mañana, que por lo menos para mi es el último día de vacaciones, y para los que no pues por favor evitad restregarlo, aunque sé que eso da mucho gusto... Y no os acordéis de que yo estoy en clase si el lunes os despertáis a las doce, gracias :DDD

Al final he escrito más de la cuenta, así que siento si os he aburrido y nada, muchísimas gracias a esos 72 seguidores que somos, que aunque no aparezcáis mucho y las visitas vayan disminuyendo al menos los que no me leéis decoráis y hacéis bonito :P

Un beeeso enorme y gracias, gracias, gracias.